Las serpientes son animales que están presentes en diferentes hábitats en todos los continentes, excepto la Antártida.
Debido a su físico, sin patas ni garras, las serpientes se alimentan engullendo a sus presas, debiendo tragárselas enteras.
Por este motivo su metabolismo, así como su digestión, es lenta.
El secreto de su digestión reside en sus jugos gástricos y en su veneno, en caso de ser venenosa.
El jugo gástrico de las serpientes tiene un ph muy ácido, lo que le permite digerir incluso los huesos.
Además, las serpientes venenosas utilizan su veneno para romper los tejidos antes que entren en acción los jugos gástricos.
La dieta de su alimentación es variada. Normalmente son carnívoras y deben ingerir a su presa recién muerta. La mayoría se alimenta de animales de sangre caliente, aunque hay especies que basan su alimentación en huevos de aves y otros reptiles.
La periodicidad con la que se alimentan depende de la edad, del tamaño de la presa y de la temperatura ambiental.
Las serpientes venenosas tienen ese veneno gracias a la secreción que producen sus glándulas salivales. Su composición depende de la especie de serpiente pero básicamente son proteínas específicas.
Cuando muerden a sus presas, les traspasan dos clases de venenos, los protelíticos y los neurotóxicos. El primero actúa sobre las proteínas de las células, destruyéndolas. Y el segundo provoca fallos pulmonares y cardíacos en las presa.
Las serpientes no atacan sin motivo. Además, son de gran utilidad para controlar el crecimiento de pequeños roedores.
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